Nuestra Misión

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No conocemos nuestra propia fuerza. Nadie se atreve a decirnos.

Somos gente de varias etnias; somos religiosos y sin religión; somos mujeres y hombres. Esta es una de nuestras fuerzas magníficas. Somos obreros, vecinos y estudiantes; jóvenes y viejos; luchando por un mundo en el que la gente común pueda auto-gobernarse en el trabajo, las escuelas, y las vecindades.

Queremos promover la discusión de la historia laboral y las luchas corrientes de los obreros, las perspectivas y los programas laborales, motivados por una tradición de democracia directa y auto-gestión de los obreros. Nos oponemos a todas las clases profesionales que gobiernan desde arriba, sea la gerencia, los burócratas del sindicato, o los políticos de los partidos. Hoy día, la sociedad oficial en conjunto está de acuerdo que el consenso viejo entre “los líderes sindicales,” el estado y las corporaciones está muerto. Este consenso pretendía que un salario justo por el trabajo, la lealtad entre la compañía y el empleado, el ciudadano y la elite gobernante, traerían seguridad y bienestar para todos en el nombre del bien público. Se veneraba en la política nacional como el Sueño Norteamericano. Se proyectaba afuera del país como el Excepcionalismo Estadounidense. Estas ideas alegaban que los EE.UU. eran diferentes del resto del mundo en su manera de asegurar la libertad y la felicidad para sus ciudadanos.

Muchos olvidan que el consenso viejo fue formado para limitar los sueños de la clase obrera. El consenso surgió como respuesta a la organización independiente y autónoma del pueblo, las huelgas generales, y la solidaridad basada en la comunidad. En estas luchas, la gente común, en su mejor momento, no fue leal ni a los políticos ni al estado, ni a los jefes ni al capital. Contra estos anhelos de libertad y democracia, el tal llamado progresivo liderazgo colaboró en el desarrollo de las leyes, sanciones, y una burocracia sindical antidemocrática para supervisar el movimiento obrero. Este régimen de ley laboral y patrocinio estatal de los jefes sindicales impidió y atacó el movimiento. También contribuyó al avance del macartismo. La gente común perdió la soberanía de precisar colectivamente en qué términos harían la venta de su trabajo o si deberían derrocar el sistema capitalista en conjunto y gobernar ellos mismos. En las luchas que resultaran, sería un gran peligro si lo olvidáramos.

La sociedad oficial hoy día prefiere prescindir del “liderazgo laboral.” Los representantes sindicales han desempeñado muchos papeles en el pasado. Muchos emergieron de los obreros ordinarios, razonando que valía la pena lograr concesiones económicas a cambio de un acuerdo de no sostener huelgas y de un contrato sindical que prácticamente renunciaba a la soberanía política de la clase obrera. Algunos de ellos eran organizadores militantes, a veces de sindicatos locales renegados, quienes estaban hartos de las concesiones. Un número mayor exhortaba la lealtad a la compañía y al estado. Hoy, en general, no hay pretensión de que los oficiales sindicales representen el poder político de los trabajadores. En realidad, estos oficiales representan la vanguardia de la defensa de las pujas estatales y corporativas para reducir niveles de vida previos.

Confiantes en la docilidad aparente de los empleados, la gerencia ya no necesita un contrato colectivo para acosar y cohibir la actividad política autónoma de los obreros. Hoy en día todo el mundo está de acuerdo que la clase obrera tiene que competir en una contienda por sueldos y beneficios cada vez menores. Este es el sistema nuevo de coerción e incentivos que ha reemplazado el viejo de negociación colectiva. Mientras tanto, el estado y los empleadores siguen con los asaltos económicos y políticos a la infraestructura social—las escuelas, la asistencia médica, el transporte público, las carreteras y otros servicios públicos—sin cuestionamiento ante nuestros propios ojos.

Mientras tanto, la clase obrera está dividida por dentro y por fuera. Eso se hace claro al observar y escuchar a nuestros compañeros del trabajo y a nuestros vecinos durante el almuerzo, el cambio de turno, en el aparcamiento, cuando el jefe está cerca o no. Podemos ver por todas partes los anhelos y deseos de superar la crisis en curso. La vivencia y el recuerdo colectivos del trabajo independiente se expresan de buenas a primeras. Sin embargo, la gente no sabe precisamente lo que quiere. Algunos son necios cuyas reacciones al sistema y a sus problemas han sido degradadas por presiones persistentes. Otros huyen cuando es necesario hacer más que sólo reír y mofarse de la gerencia. También hay sentimientos reaccionarios que son obstáculos. Aún así, a veces la gente se une y practica los principios más valerosos de solidaridad.

La gente común también está dividida a través de la industria, el oficio, y la especialización. Este también es el caso de raza, sexo, ciudadanía, y orientación sexual. Hay los que imaginaron el movimiento sindical como un hombre blanco – un padre, un esposo, un chovinista y un ciudadano exclusivo. Como respuesta a esto, hay otros que imaginaron el obrero norteamericano blanco sólo como un gorila apto para comer los plátanos y estar en una jaula. En el pasado, muchas veces “el trabajo libre” o “los ciudadanos-obreros” eran hombres blancos que priorizaban su lealtad a su raza, nacionalidad, y sexo en lugar de solidarizarse con personas de color, mujeres, inmigrantes y obreros en otros países. Sin embargo, mujeres, personas de color e inmigrantes a veces tienen sus propios intereses que socavan la solidaridad con otros obreros. No ver eso es no sólo contar una historia inexacta, sino revelar un fracaso de comprensión y evaluación de los problemas políticos de hoy.

La historia ha pasado, y una “Coalición del Arcoiris” – más avanzada en unos lugares que en otros – de razas, sexos y orientación sexual ha surgido dentro del estado, las corporaciones y la sociedad oficial. Esta clase de patrocinio y representación es central a la ideología gobernante en nuestra época. Funcionarios la promueven como una forma del desarrollo doméstico e internacional. La coalición sirve para mantener la lealtad de diversos elementos al sistema. Las demandas por más patrocinio o representación bajo de los términos de la supremacía blanca, el capitalismo, y el imperialismo ya no son amenazas. El hecho es que los justifican. Al hacer esto, fortifican una competencia entre trabajadores y un sistema de sueldos en los lugares de trabajo y las comunidades al nivel nacional e internacional.

Un movimiento obrero fuerte debe ser antirracista y antiimperialista. Las mujeres y los inmigrantes no tronchan sueldos ni cuotas sindicales. Su presencia no amenaza ganancias anteriores. De hecho, las ganancias significativas de sueldos, beneficios, o condiciones laborales frecuentemente se han comprado al precio del dividir y debilitar la clase obrera adentro y afuera de los EE. UU. Tal debilidad sólo preparó el camino para la erosión futura de esas supuestas ganancias. La lealtad a la supremacía blanca y el imperio estadounidense, en el nombre de un carácter nacional imaginado como blanco, no puede encubrir el hecho que los capitalistas y la elite no son leales a cualquiera nación ni pueblo, sólo a si mismos.

Hoy día, hay una noción que el movimiento obrero viejo ha desaparecido y un nuevo es necesario. Unos dicen que un movimiento insurgente puede elegir un liderazgo laboral progresivo que luche por concesiones y sueldos mejores. Unos argumentan que el partido demócrata debe forzarse a escuchar al pueblo. Otros creen que un partido obrero o un partido independiente deben ser establecidos. Alguien más dice que los sindicatos deban forjarse lazos con otros movimientos. Otros adicionan que un estado socialista es la solución.

Todo esto oscurece un hecho importante. Son los trabajadores que organizan el sindicato, no el sindicato que organiza a los trabajadores. La crisis hoy día no es una crisis moral ni estratégica entre los jefes de los sindicatos. Es una crisis de la memoria histórica y la confianza de la gente común y su capacidad de organizarse colectivamente, que han sido atacadas por los patrones, el estado, y los burócratas sindicales por décadas. Todavía diariamente, frecuentemente no visibles, o a veces localizadas en una industria o un lugar, hay rupturas que nos dan indicios de los aspectos heroicos del pasado y de que se necesita ganar la libertad en el futuro.

A fin de adelantamos, debemos usar las estrategias históricas de construir organizaciones en el lugar de trabajo y de industrias múltiples basadas en comunidades como organizaciones de acción directa, apoyo mutuo, y auto-defensa. El poder en el lugar de trabajo y la autonomía comunitaria sólo se establecen y florecen en esta manera. El uso de la huelga no autorizada y la huelga general fortalecen la solidaridad. Cuando líderes o grupos políticos son delegados adentro o afuera del sindicato, nosotros, la base obrera, debemos asegurarnos que sean responsables. Necesitamos líderes que se queden en el trabajo. Cabildear por políticos o por un liderazgo sindical más “progresivo” sólo engendra el cinismo y la derrota.

Creemos que debemos prepararnos para auto-gobernarnos en nuestros lugares de trabajo, vecindades y escuelas, mediante consejos y comités populares. Esta es la única solución para la crisis social de hoy. Sólo podemos lograr esto si comenzamos a confiar en nuestra propia iniciativa y actividad individuales y colectivas; discutiendo e implementando ideas políticas y planes económicos, viendo dónde principiamos y dónde estamos ahora, y dónde nos hemos equivocado. A fin de que los trabajadores gobiernen independientemente, debemos empezar por superar no sólo los obstáculos de opresión externa, sino también los que nos ponemos en nuestro camino.

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